Mientras andaba empezó a ver que, en la distancia, otro hombre se acercaba.
A medida que avanzaba, advirtió que era un nativo y que iba inclinándose para recoger algo que luego arrojaba al agua.
Una y otra vez arrojaba con fuerza esas cosas al océano.

Intrigado, el paseante se aproximó al hombre para saludarlo: --Buenas tardes, amigo.
Venía preguntándome qué es lo que hace.
--Estoy devolviendo estrellas de mar al océano. Ahora la marea está baja y ha dejado sobre la playa todas estas estrellas de mar.
--Ya entiendo --replicó mi amigo--, pero sobre esta playa debe de haber miles de estrellas de mar. Son demasiadas, simplemente.

El nativo sonrió,
se inclinó a recoger otra estrella de mar y, mientras volvía a arrojarla al mar, contestó:
--¡Para ésta si que es importante!
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