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AMAR es reconstruir, cuando tú te alejas, tus pasos, tus silencios, tus palabras y pretender seguir tu pensamiento cuando a mi lado al fin inmóvil, callas.

AMAR es no dormir, cuando en mi lecho sueñas entre mis brazos que te ciñen, y odiar el sueño en que, entre otros brazos te abandonas.
AMAR es escuchar sobre tu pecho, hasta colmar la oreja codiciosa con el rumor de tu sangre y la marea de tu respiración acompasada.

AMAR es provocar el dulce instante, en el que tu piel busca mi piel despierta, saciar a un tiempo la avidez nocturna y morir y morir otra vez la misma muerte provisional, desgarradora, obscura.
AMAR es una sed, la de la llaga que arde sin consumirse ni cerrarse y el hambre de una boca atormentada que pide más y más y no se sacia.
AMAR es una insólita lujuria y una gula voraz, siempre desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos, dejar que el sueño invada nuestro cuerpo como un río de olvido y de tinieblas y navegar sin rumbo, a la deriva, porque amar es, al fin, una indolencia.
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