Una de las causas de conflictos e insatisfacción en nuestras
relaciones con otras personas, es hacer cosas que no deseamos y que a veces
hasta nos afectan, por no atrevernos a decir NO.
Todos nacimos con una capacidad natural para expresar lo que
deseamos, sentimos, necesitamos y pensamos. Observemos a los niños pequeños,
siempre están mostrando de una manera congruente y honesta lo que necesitan y
sienten, pero al crecer pierden esa capacidad natural, debido a que cuando
expresan algo que no les agrada a los adultos, son rechazados o castigados.
Así, el niño aprende que para mantener el afecto y la
aceptación de sus padres y de otros adultos importantes para él tiene que
reprimir sus sentimientos y necesidades, o mentir respecto a ellos. Los padres
deben poner límites muy claros y firmes a su hijo, pero al mismo tiempo mandar
el mensaje de que cuando manifiesta lo que siente y necesita, no dejan de
amarlo.
Cuando nos volvemos adultos, es sumamente difícil mostrar lo
que sentimos, pensamos y queremos, por ese miedo infantil que nos hace creer
que si lo hacemos nos van a criticar, desaprobar, rechazar o abandonar, y por
ello aceptamos o hacemos cosas que no deseamos, aunque paradójicamente ése es
el mejor camino para echar a perder una relación, ya que cada vez que hacemos
algo que no queremos vamos acumulando frustración, coraje y resentimiento hacia
la otra persona y hacia nosotros mismos.
Empieza por darte cuenta de que hagas lo que hagas, seas
como seas, pienses lo que pienses, digas lo que digas, SIEMPRE habrá alguien
que te criticará y desaprobará. Por otra parte, está más que comprobado que –
aunque no lo muestre – en realidad la gente admira, aprecia y respeta a
aquellos que se atreven a decir NO cuando así lo desean.
Muchas personas suponen que decir NO es por fuerza un acto
grosero, que va de la mano con la agresividad. Esto es un error. Ese NO puede
ser dicho con amabilidad y respeto, y siempre es, sin duda alguna, un acto de
honestidad.
Aunque es tan sano aprender a decir NO, a veces nos parece
muy difícil y no encontramos por dónde empezar o cómo hacerlo. En lo personal
me fue sumamente útil leer, hace ya varios años, el libro Cuando digo no, me
siento culpable, de Manuel J. Smith, el cual recomiendo ampliamente. En esta
obra, el autor propone valiosísimas herramientas para aprender a ser asertivos.
Una muy simple pero tremendamente afectiva para decir que NO cuando así lo
deseamos, es la que llama “mensaje yo”, el cual combina tu decisión con tus
razones para decidir eso.
Veamos un ejemplo:
EL OTRO: Quiero que me prestes tu coche.
TU: Prefiero NO prestártelo (estás expresando que tu
decisión es NO). Es que cuando presto mi coche me angustio (estás expresando
tus razones).
EL OTRO: Pero te lo voy a cuidar mucho.
TU: No dudo que me lo cuidarías mucho, pero cuando presto mi
coche me angustio.
EL OTRO: Pues qué raro (tonto, ridículo, egoísta, etcétera)
eres.
TU: Posiblemente lo sea, pero qué quieres que haga, cuando
presto mi coche me angustio (estás afirmando, validando y respetando tus
sentimientos y tu decisión).
Y así, ante cada crítica o insistencia de la otra persona,
tu respuesta será la misma. No des excusas como: “No trae gasolina” o “Lo
necesito para recoger a mis hijos”, porque no es la verdad y porque esto
ocasionará que el otro te vaya “atrapando” con respuestas como: “Yo le pongo
gasolina” o “Después de que recojas a tus hijos”, hasta que no tengas más
alternativa que prestar el coche, quedándote con toda esa frustración y rabia
hacia ti mismo y hacia el otro.
Rescatar nuestra capacidad innata de ser honestos y
congruentes nos recompensará con la agradable sensación de tranquilidad y
bienestar que da el ser leal a uno mismo y honesto con los demás.